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  1. La Mascara de la Muerte Roja Durante mucho tiempo, la «Muerte Roja» había devastado la región. jamás pestilencia alguna fue tan fatal y espantosa. Su avatar era la sangre, el color y el horror de la sangre. Se producían agudos dolores, un

  2. Pero cierto miedo indecible que la insensata arrogancia de la máscara había inspirado a todo el grupo impidió que nadie le pusiera la mano encima; así que, sin estorbo alguno, pasó apenas a un metro del príncipe; y, mientras en los salones la numerosa concurrencia, como movida por un mismo resorte, se hacía a un lado buscando el refugio de las paredes, el enmascarado siguió andando con ...

  3. "La Máscara de la Muerte Roja" ("The Masque of the Red Death" en inglés) es un cuento del escritor estadounidense Edgar Allan Poe publicado por primera vez en 1842. La historia sigue algunas tradiciones de la narrativa gótica y es analizado a menudo en una alegoría acerca de lo inevitable de la muerte.

  4. El paralelismo entre el ingreso de la muerte y el tiempo deteniéndose ya se había presentado anteriormente cuando, al morir el príncipe Próspero, la enmascarada Muerte aparece erguida e “inmóvil, a la sombra del reloj de ébano” (621). En “La máscara de la Muerte Roja” -al igual que en “La muerte y el péndulo”-, el tiempo ...

  5. Podríamos afirmar que hasta el momento en que aparece la figura de la máscara de la muerte roja, la tensión se va incrementando mediante la descripción de las salas, los invitados y el Príncipe, si bien los personajes son más bien estéticos y la única acción reseñable es la del reloj de ébano que parece regir los destinos de los asistentes a la mascarada.

  6. La máscara de la muerte roja, traducción de Wikisource. La máscara de la muerte, traducción de Carlos Olivera en Novelas y cuentos (1884). La máscara de la Muerte Roja, traducción de Carmen Torres Calderón Pinillos en Cuentos Clásicos del Norte (1919), pp. 135-144.

  7. Su encarnación era la sangre: el rojo y el horror de la sangre. Se producían dolores agudos, un repentino vértigo, luego los poros rezumaban abundante sangre, y la disolución del ser. Manchas púrpuras en el cuerpo y particularmente en el rostro de la víctima, segregaban a ésta de la humanidad y la cerraban a todo socorro y a toda compasión.