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Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se calzó las botas y echándose la bosa tras el cuello, sujetó los cordones de patas delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos.
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EL GATO CON BOTAS Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio. El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato.
EL GATO CON BOTAS. Érase una vez un molinero que tenía tres hijos, su molino, un asno y un gato. Los hijos tenían que moler, el asno tenía que llevar el grano y acarrear la harina y el gato tenía que cazar ratones. Cuando el molinero murió, los tres hijos se repartieron la herencia.
EL GATO CON BOTAS abía una vez un molinero que, antes de morir, llamó a sus tres hijos y les dejó todos sus bienes: un molino, un asno y un gato. El reparto de la herencia se hizo enseguida, sin llamar al notario ni al procurador, pues probablemente se hubieran llevado todo el pobre patrimonio.
El gato con botas / Charles Perrault; adaptado por Cinthia Kuperman y Jimena Dib; ilustrado por Diego Moscato. -2a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Instituto Internacional de...
Cuando el gato tuvo lo que pidió, se calzó las botas, se echó el saco a la espalda y salió a cazar a los grandes prados que rodeaban el molino. No tardó en encontrar dos faisanes que pasaban por allí, se acercó sigilosamente a ellos y de un gran salto consiguió atraparlos.